Asimismo, el especialista indicó que en 1989 se formuló una hipótesis sobre el origen fetal de las enfermedades del adulto y se sugirió que una malnutrición materna «podía causar restricciones en el crecimiento fetal, seguidas de un efecto de recuperación ponderal rápida después de nacer y una serie de desajustes metabólicos que se prolongarían en la etapa adulta».
Aranceta explicó cómo «es preciso asentar las bases metabólicas desde un principio». «Es en esa fase donde se produce la programación metabólica y las rutas que van a dirigir el metabolismo de un niño desde su nacimiento», dijo y recordó que «durante el embarazo se producen una serie de cambios fisiológicos que obligan a prestar mayor atención a la dieta».
En este sentido, manifestó que existen «una serie de recomendaciones sobre requerimientos nutricionales durante el embarazo que se han calculado para cubrir las necesidades del feto, el organismo materno y el coste de la síntesis de leche en este periodo».
Sin embargo, puntualizó, el organismo materno «puede adaptarse a estas circunstancias modificando la capacidad de utilización de los nutrientes, por lo que las mujeres sanas, con un adecuado estado nutricional antes del embarazo, podrían desarrollar su gestación sin ningún aporte extra de nutrientes».
Una vez nacido el niño, «es aconsejable la lactancia materna de manera exclusiva durante los seis primeros meses de vida, siempre y cuando sea posible. A partir de ahí han de ir realizándose las transiciones alimentarias -incorporando nuevos alimentos- al objeto de definir el perfil metabólico del niño».
Según aseguró, se trata «de una fase crucial de la vida de cualquier persona que va desde los -1 años a los dos años porque es ahí donde es posible inhibir y modular la posible aparición prematura de una enfermedad crónica».
Durante la lactancia «ha de cuidarse la dieta para garantizar la correcta alimentación del bebé. El recién nacido retiene un total de unos 30 gramos de calcio. Los requerimientos de calcio y fósforo son especialmente elevados para la producción de leche que contiene unos 280 y 140 mg/litro respectivamente, por lo que hay que garantizar el aporte suficiente a través de una alimentación equilibrada», manifestó.
En esta línea, agregó que la madre «ha de tener en cuenta que la producción de leche requiere una elevada ingesta de líquidos y debe evitar el alcohol, bebidas estimulantes y la automedicación».